Lionel Fisher

Como parecía que a nadie le disgustaba la idea, comprensiblemente dadas las sorpresas que el catering nos había proporcionado en la temporada pasada, lo consideré decidido y me levanté, llevandome a Topanga conmigo colgada del hombro a lo saco de patatas.
- ¡Aaaarriba!- dije, maravillándome una vez más de lo poco que pesaban estas chicas. Claro, que estaban no como una cerilla, si no ya como un alfiler.

- Luke, ¿cogerás el juguete de niños o de niñas?- pregunté mientras dejaba a Topanga en el suelo para ponerme la cazadora y las gafas de sol, antes de aprovechar que estaba distraída y cogerla de nuevo a lo saco de patatas. Ya me estaba imaginando el shock de los empleados del McDonalds si todo el elenco de la famosa Verona Beach entraba por la puerta, pero antes quedaba el pequeño problema de pasar a través de los fans.

- ¿Tiene alguien la limusina fuera o le robamos la suya al niño emo?- pregunté, mientras recorríamos el pasillo que comunicaba los platós. Al final, o nadie la habbía aparcado fuera, o nos resultó más divertido robársela, porque el viaje hasta el centro de la ciudad estuvo plagado de escribir bobadas con maquillaje en los cristales y y cambiar la horrible música del vehículo.

Y finalmente, todo glamurosos, atravesamos las puertas del templo de la carne de vaca y otros animales de los cuales nada queremos saber picada, prensada y ketchupada.

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